Saludos, Señores de la Guerra.
Ya hace tiempo que quería hacer este post, pero no sabía cómo abordarlo (de hecho seguramente reharé este texto varias veces y no termine contento con el resultado). El titular está claro: estoy desencantado con Warmachine / Hordes. Corrijo: estoy desencantado de Privateer Press.
Hay que retroceder el reloj en el tiempo 22 años atrás. Mi tienda de hobby principal era Estàtic en Barcelona. Allí compraba gran parte de mis miniaturas. Y claro, al ser tienda no-GW, allí había de todo, y allí pude descubrir y enamorarme de las maravillas de Rackham, descubrir las increíbles piezas de Gamezone (incluso entrevisté al Dioni y a Pedro Fernández), y era donde podía charlar un rato con el bueno de Alexis sobre miniaturas. Cuál fue mi sorpresa al ver unas cajas de inicio de un juego nuevo totalmente distinto: estética Steampunk, cajas de inicio de tres a cinco miniaturas, con un humano y varios robots (mechas) con aspecto de ser muy burros. El precio era bueno para aquél entonces, no recuerdo si 30€o 40€ valían las cajas de inicio, con las miniaturas totalmente de metal y una guía de introducción al juego.
Aunque me molaban mucho las miniaturas de Khador, me tiró más Cygnar. Y allí empecé a comprar, coleccionar, pintar y jugar a Warmachine. El juego tiró para adelante, incluso Edge se atrevió a traducirlo a nuestro idioma (sacando si no me equivoco 7 libros). Era la «época dorada» del juego en nuestro país; todas las tiendas independientes lo traían, el trasfondo era chulo, las reglas eran algo completamente nuevo, y los precios eran algo menores a Games Workshop. Y eso que sus miniaturas eran de metal, algo de lo que se enorgullecían. En la famosa página 5, entre otros comentarios, lanzaban unas cuantas pullas a la competencia, tanto a nivel de juego como a nivel de compañía. Las cosas iban bastante bien para el juego de Privateer.
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