[Relato / informe de batalla invitado] La batalla del Puente de los templos (II)

¡Saludos a todos! Seguimos con la segunda y última entrega de este gran informe de batalla en forma de relato que nos envía el lector Uncavar. En esta ocasión se trata de la narración de la partida en sí.

Una vez más le cedo la palabra:

La batalla del Puente de los templos

Con el tercer cambio de guardia de la noche, el campamento se empezó a despertar. Las órdenes eran recoger rápidamente y ponerse en marcha en el más absoluto de los silencios.

El capitán Walder observaba a sus hombres satisfecho. Estaban cumpliendo con eficacia su cometido. Como no se podían gritar órdenes, las varas de avellano de los sargentos restallaban en la espalda de los soldados más remolones.

Con una rapidez fruto del entrenamiento y la disciplina, el destacamento imperial estaba en orden de marcha y con el campamento recogido en un tiempo récord.

Los oficiales al mando estaban repasando los últimos detalles antes de dar la orden de avanzar.

– Como ve mi querido hechicero, los hombres ya están preparados y a punto – comentó el capitán Walder.
– Afortunadamente en Carroburgo se mantienen las mejores tradiciones del ejército imperial – intervino un sargento.
– Ya lo veo caballeros – respondió el hechicero Malachien.
– En cinco minutos partiremos hacia nuestro destino y antes de que amanezca estos chicos estarán en sus posiciones. Los malditos roedores no tendrán nada que hacer.
– Esperemos que acierte capitán Walder…

En ese momento, se acercó el otro capitán de la partida a lomos de su caballo de guerra.

– ¿Está todo listo capitán Lurtz? – preguntó Walder.
– Así es – respondió el recién llegado -, podemos ponernos en marcha.
– Adelante pues.

La reunión de oficiales terminó y rápidamente la columna se puso en marcha. Tenían todavía unas horas de oscuridad por delante pero el camino era largo y debían de tomar la posición antes de que amaneciera.

Avanzaron a buen ritmo durante la primera parte, después, tuvieron que abandonar el camino principal para rodear las colinas y el avance se retrasó. A pesar de los tiros de caballos, mover dos grandes cañones, y más campo a través, requería mucho esfuerzo. Y aún los tenían que poner en posición en lo alto de dos colinas…


Con los primeros rayos de sol del amanecer las unidades imperiales de Carroburgo estaban terminando de ponerse en posición.

El capitán Walder fue revisando a todas sus unidades de un extremo a otro del campo de batalla.

La posición más al norte la ocupaba el cañón de salvas, que en ese mismo momento estaba terminando de colocarse para cubrir uno de los templos en ruinas, con el apoyo de una unidad de arcabuceros que le haría la cobertura. Situado en la cima de la colina su posición era inmejorable para arrasar a cuanta alimaña tratara de huir hacia el norte.

En la misma colina que el cañón de salvas se situaban una dotación de arcabuceros, aunque en ese momento estaban todos sudando para mover el pesado cañón y colocarlo en su sitio.

Luego estaba la unidad de caballeros del círculo, al mando de su compañero el capitán Lurtz. Aunque compartían graduación, era Walder el que mandaba la expedición por ser el más veterano de ambos. No obstante, ambos habían planeado el plan de batalla sin problema alguno.

En el centro del despliegue estaba su segunda unidad de arcabuceros, colocados en línea para optimizar sus disparos y cubrir ambos flancos.

I Despliegue de los arcabuceros en el centro.

Ya en el flanco sur, su propia unidad de grandes espaderos, enfilada directamente hacia el templo más cercano a Carroburgo. Perfectamente encuadrada y en posición, sólo esperaban su señal para avanzar.

Finalmente, en la colina del extremo sur del campo de batalla, el gran cañón y los ballesteros. Tenían la orden de cubrir el avance de Walder y sus grandes espaderos.

Le faltaba el mago Malachien, pero esos brujos siempre andaban a lo suyo, la última vez que lo vio estaba en el bosquecillo cerca de sus arcabuceros. Con que se limitara a dispersar la magia de las viles ratas y no molestara, se daba por satisfecho.

Todas las unidades imperiales estaban en las posiciones asignadas y listas para el combate. La furia de Carroburgo caería sobre las malditas alimañas que habían osado atacar a sus ciudadanos.

Con un último vistazo, Walder se preparó para dar la señal de ataque. Ya vislumbraba movimiento en el templo de Sigmar que tenía delante, demasiado tarde para vosotros skaven….


El capitán Walder inspiró profundamente mientras agarraba con fuerza su espada listo para dar la orden.

En ese instante, una lluvia mortal de flechas cayó sobre los caballeros del círculo del flanco norte. Desbaratando su formación y propiciando que los caballos empezaran a avanzar antes de lo previsto.

II Los forestales abren fuego

Sin tiempo para reaccionar, otra lluvia mortal de flechas surgió del templo de Sigmar y diezmó a los ballesteros del flanco sur.

– ¡¡¡Emboscada!!! – gritó alguien.

Walder no daba crédito. ¿Qué estaba ocurriendo?…Por todas partes caían flechas sobre las líneas imperiales. En todos sus encuentros con los malditos skaven jamás habían utilizado una sola flecha. Algo no cuadraba.

No podía dudar, no en un momento como aquel. Dio la orden y la línea imperial comenzó a devolver el fuego. El gran cañón abrió un boquete sobre el ya envejecido templo, en otro tiempo, disparar un cañonazo sobre un templo de Sigmar hubiera sido herejía y hubiera acabado quemado en una hoguera pero corrían tiempos extraños. Los ballesteros, sobreponiéndose a la primera andanada, también estaban disparando.

Después de los primeros instantes de pánico, los sargentos habían conseguido mantener las líneas y el ejército imperial estaba respondiendo en todo el frente de batalla. Walder estaba orgulloso de sus chicos.

El capitán Lurtz recompuso su unidad y comenzó a avanzar hacia el norte para rodear las ruinas del templo de Ulric. Mientras tanto, el mago Malachien, que había visto salir del bosquecillo la lluvia mortal de flechas que cayó sobre los caballeros, se internó en la espesura para acabar con el invisible enemigo.

Si las alimañas se escondían en el bosque, el mago las haría salir. Pronunciando unas palabras de saber arcano, Malachian utilizó el poder que portaba en su anillo y roció con fuego el bosque ante él…


El brillo del poder del fuego desatado se vio en todo el campo de batalla. Las líneas silvanas se detuvieron un instante a contemplar la explosión.

– ¡Anatema! – gritó uno de los compañeros de Amarië.
– Los mon-keigh han ido demasiado lejos – respondió la elfa con una expresión dura en su rostro – utilizar magia del fuego en el interior de un bosque no puede ser tolerado. Quería darles una lección para que dejaran en paz al bosque, ahora deben de ser exterminados.

Con un leve susurro que se extendió por toda la línea élfica, se dio la orden de avanzar. El poder del bosque fue liberado y la cacería salvaje dio comienzo. Todas las unidades silvanas se lanzaron a la carrera sobre la línea imperial con odio en su mirada.

III Amarië dirige el avance élfico.

Un noble de la estirpe de los cambiantes que se había unido a la partida de guerra esa misma mañana, cruzó una mirada con Amarië. Fue suficiente, ambos se entendieron sin hablar. El noble se transformó en un gigantesco lobo y cruzó rápidamente el campo de batalla para internarse en el bosquecillo que había abrasado el hechicero humano, su sangre debía reparar el daño que había causado…


El capitán Walder vio como aparecía un impresionante lobo negro que atravesando las líneas se dirigía como una flecha hacia el bosque donde se escondía el hechicero. La explosión de fuego le indicaba el Malachien seguía con vida, pero no le quedaría mucho si no se hacía nada.

Dejando por un momento el templo, que seguía bajo la lluvia de plomo imperial, dio orden a sus grandes espaderos y se dirigieron al bosque para salvar al hechicero. Esperaba llegar a tiempo.

En el centro de la línea imperial, los arcabuceros vieron la que se les venía encima. Los jinetes salvajes elfos iban al galope hacia ellos sin dejar de disparar flechas. Varios hombres ya habían caído. Además, detrás de los jinetes venían árboles, ¡¡¡venían árboles!!! Despacharon un mensajero para ir a buscar al capitán Lurtz para que les diera apoyo y aprestaron sus arcabuces para esperar al enemigo.

IV Los elfos avanzan con todo

El cañón de salvas y la unidad de arcabuceros, situados en la colina norte, observaban el desarrollo de la batalla sin poder intervenir, todos los enemigos estaban fuera del alcance de sus armas. El cañón tendría que quedarse en su sitio, no había tiempo material para hacer nada. Sin embargo, los arcabuceros sí que podrían socorrer a sus compañeros del centro que estaban solos contra la furia del bosque. A una orden de su sargento, la unidad de arcabuceros comenzó a descender de la colina.

En la colina sur, las cosas iban mucho peor, el intercambio de disparos con los elfos del templo era muy desigual. Parapetados entre las ruinas, los elfos resistían sin sufrir apenas bajas, mientras que los ballesteros imperiales, situados en la colina y sin más protección que su armadura, iban cayendo poco a poco. A pesar de los disparos del cañón, que habían impactado varias veces en el ruinoso edificio, era cuestión de tiempo que el enemigo venciese en ese flanco.


Cuando el humo de la explosión de fuego se disipó, Malachian observó el bosque a su alrededor. No sabía que efecto había tenido su hechizo, así que tendría que seguir avanzando.

Sin saber cómo, cinco elfos se materializaron entre el ramaje. ¡¡¡No los había visto!!! Antes de que pudiera reaccionar, se le echaron encima. Con golpes rápidos, le cortaron ambas manos y cuando se dio cuenta, le tenían agarrado mientras uno de ellos le arrancaba la lengua. En ese instante, apareció un gran lobo en el bosque. Malachian estaba aterrado, por si fuera poco sufrimiento las heridas que le habían causado los forestales ahora se lo iban a comer vivo….

El lobo avanzó con paso lento. Los ruidos de la batalla alrededor del bosque parecieron silenciarse. Cuando el animal estuvo frente a él, se levantó sobre sus patas traseras y se transformó en un elfo. Un elfo cuyos ojos no transmitían vida y con una cara que solo reflejaba una odio visceral…

– ¿Sin tus manos y tu lengua donde está tu magia ahora mon-keigh? –habló el recién llegado con voz gutural – Los hechizos de fuego en un bosque están prohibidos mago. Has causado un daño que sólo tu muerte no puede reparar. Los espíritus del bosque claman venganza y deben ser escuchados. Cuando separe tu cabeza de tu cuerpo, tu alma quedará atrapada en este claro que has creado con tu magia prohibida, donde sufrirá tormento hasta que el daño hecho sea reparado.

V Malachián es despedazado

Dicho esto, los elfos soltaron al mago que quedó inmóvil donde estaba. La sangre se le acumulaba en la boca atragantándole, mientras pegaba los brazos sin manos a su cuerpo. Con pánico vio como unas luces espectrales salían del quemado suelo y lo empezaban a rodear. En ese momento, el noble elfo alzó su espada y le cortó limpiamente la cabeza. Antes de que su cuerpo cayera, la forma espectral de Malachian fue arrastrada por las luces hasta que desapareció en el suelo mientras se oía un espantoso grito de angustia.

Walder oyó el angustioso grito y supo que ya era tarde para el hechicero.

Detuvo a sus hombres mientras meditaba lo que hacer. El flanco norte estaba fuera de su vista en ese momento, por lo que esa parte la dejó confiando en que su compañero Lurtz supiera cumplir con su cometido.

En el sur, las cosas no iban bien. En la colina se mantenía solitario el gran cañón, cuyos disparos se escuchaban cada cierto tiempo. Pero de los ballesteros no había ni rastro, supuso que estarían muertos. Pero al menos el enemigo por fin había dado la cara. Del templo de Ulric estaban saliendo los malditos elfos silvanos, corriendo con sus arcos en la mano, probando para situarse a distancia de tiro para acabar con la dotación del gran cañón.

No lo permitiría, bramó una orden y los grandes espaderos se recolocaron para avanzar hacia el enemigo que, por fin, había dado la cara.


El capitán Lurtz fue advertido del riesgo que corría el centro de la línea imperial y tuvo que volver grupas. Maldiciendo su suerte, avanzó al galope con sus caballeros del círculo. Al pasar cerca de la colina vio como los arcabuceros situados en la cima de la misma ya estaban descendiendo para situarse a distancia de disparo.

Todo había salido mal en esa mañana. Y lo que es peor, todavía no había visto a ni uno solo de sus enemigos. Solo flechas y más flechas.

Cuando ya tenía a la vista su objetivo, comprobó que no había centro imperial. Antes de que llegara a socorrerlos, el último de los arcabuceros cayó bajo la lluvia mortal de flechas. Habían muerto hasta el último de ellos manteniendo la posición, elevó una plegaria a Sigmar por la valentía de esos hombres.

Su llegada, provocó que un par de jinetes élficos salieran en desbandada. ¡¡¡ELFOS!!!. Ahora comprendía las nubes de flechas. Estaba claro que los malditos roehuesos no podían ser.

No había tiempo que perder, recompuso la línea de su escuadra de caballería para afrontar al enemigo. Cuando estaban alineados, el último de los jinetes élficos desapareció en un bosquecillo cercano al templo de Ulric que Lurtz había bordeado. Sin embargo, una unidad de árboles carcomidos avanzaba tambaleante hacia ellos. El capitán no se lo pensó y dio la orden de cargar.

VI Lurtz da la orden de cargar.

Los arcabuceros llegaron a la base de la colina en el momento en el que el capitán y sus caballeros reorganizaban filas. Tenían línea de visión del enemigo entre el bosquecillo y el templo así que prepararon sus arcabuces para llevar la ira del Imperio a sus enemigos.

En ese momento, el bosque entero se desplazó. Ante la mirada atónita de los soldados imperiales, el bosque se movió hasta situarse junto al templo de Ulric bloqueando de ese modo la línea de visión de los arcabuceros. Éstos vieron asombrados como se esfumaba su posibilidad de apoyar la carga de los caballeros del círculo que en esos momentos se estaba produciendo.


Mientras los grandes espaderos avanzaban en perfecta formación, Walder vio por el rabillo del ojo como un solitario elfo salía del bosque en su flanco empuñando un arco.

Un solo arquero no podría hacer nada contra sus chicos, así que decidió ignorarlo y siguieron avanzando.

Cuando el capitán volvió su mirada al frente de batalla, el solitario proyectil voló hacia el flanco de su unidad. Sin embargo, antes de impactar, se dividió mágicamente en infinidad de flechas que diezmaron a los sorprendidos soldados imperiales.

VII La flecha lluvia de muerte se prepara

Walder tuvo que volverse al percibir revuelo en su unidad. Cuando lo hizo no daba crédito a lo que veían sus ojos. Multitud de flechas estaban esparcidas por el suelo y por sus hombres, varios de los cuales yacían ensartados en el suelo donde habían caído muertos. No era posible, un solo elfo no era capaz de semejante hazaña. Dirigió su vista hasta donde había percibido al solitario elfo.

Allí seguía, mirando a los humanos con su cara de eterno desprecio.

Mientras los grandes espaderos recomponían sus filas, otra lluvia mortal de flechas acababan con la vida del último de los servidores del gran cañón sobre la colina sur. Por si fuera poco, unos arbustos con forma humanoide, se lanzaban a por ellos con gritos antinaturales.

El capitán observó como las dríades corrían sobre sus líneas en una carga alocada. Estaban rodeados, pero no por ello acabados, por fin sus armas morderían la carne enemiga. Bramó sus últimas órdenes a la vez que insuflaba valor en sus hombres. La furia de Carroburgo guiaría sus brazos.


Lurtz y sus caballeros golpearon con la fuerza de la carga sobre sus enemigos. Los trozos de madera podrida saltaban en todas direcciones mientras los hombres golpeaban una y otra vez sobre los troncos animados. Sin embargo, éstos resistían, y no solamente eso sino que también estaban empezando a derribar a algunos de los caballeros.

El capitán vio a través de sus enemigos como otra unidad de arbustos se preparaba para reforzar a los troncos con los que luchaba en ese momento.

Los arcabuceros que debían de apoyar con su fuego no se veían, estaban tapados por un bosque que no estaba ahí cuando inició su carga. O acababan con sus enemigos rápido o la situación se volvería insostenible…

En estas estaba el oficial imperial cuando un rugido inhumano recorrió el campo de batalla. El combate se detuvo por un instante, el suficiente para que Lurtz viera aparecer en su flanco unos jinetes espectrales.

La cacería salvaje enfiló el flanco de los caballeros imperiales y con un rugido inició su carga.

El pánico se apoderó de los caballeros del círculo. Veteranos de innumerables campañas y con años de experiencia volvieron sus caballos e iniciaron la huida. El capitán comprendió que mantener la posición sería un suicidio y acompañó a sus hombres en la huida.

VIII La cacería salvaje persigue a su presa que huye.

La cacería salvaje, viendo a los humanos huir, aulló de rabia y persiguió a su presa.


Los grandes espaderos hicieron honor a su fama y resistieron la carga enemiga. Resistieron incluso cuando una segunda unidad de dríades se unió a la primera y les cargó por el flanco. Estaban casi rodeados.

Walder luchaba como un poseso, pero los enemigos eran demasiados y los imperiales demasiado pocos. Una isla de orden en un mar de locura arbórea. A través de un hueco entre sus enemigos, el capitán pudo ver al solitario elfo de la flecha maldita. Estaba de pie tranquilamente observando como las dríades mataban uno a uno a sus chicos. Le señaló con la espada y rugió un desafío, si podía acabar al menos con uno de sus cabecillas (porque desde luego ese elfo debía ser uno de sus líderes) daría la jornada por buena.

IX Rodeados!!!

Por toda respuesta, de su enemigo solo obtuvo una sonrisa.

Rodeados, en inferioridad numérica y sin ninguna posibilidad de victoria, Walder comprendió que no tenía sentido morir allí hoy. Con todo el dolor de su corazón y esperando que su compañero Lurtz hubiera tenido mejor suerte en el flanco norte, dio la orden de retirada. Sus hombres dieron la espalda al enemigo y corrieron huyendo del campo de batalla.


En lo alto de la colina norte, la dotación del cañón de salvas contempló con horror la derrota del ejército imperial. Sus compañeros de la colina sur estaban muertos. En el centro, la élite de su ciudad, los grandes espaderos huían del enemigo. A los pies de la colina, los caballeros del círculo también huían de unos jinetes élficos espectrales que los acosaban.

X No queda nadie!!!

El sargento de la unidad de arcabuceros que también estaba en la colina se acercó hasta el cañón.

– Compañeros, nuestros capitanes han huido del campo de batalla. El resto de los hombres tanto de la colina sur como del centro están muertos. Sólo es cuestión de tiempo que los elfos vengan aquí. Tenemos que abandonar el cañón y huir.

No necesitaron más. Lamentando la pérdida de su cañón de salvas, que no habían disparado en toda la batalla. La dotación se unió a la unidad de arcabuceros y juntos abandonaron el campo de batalla.


– Los humanos huyen hacia su ciudad señora.
– Dejadlos – contestó Amarië.
– Pero, podemos acabar con todos….
– No – cortó secamente la elfa – , la cacería salvaje debe detenerse. Cazad a los rezagados y rematad a los heridos si así lo estimáis.
– Así se hará.
– Pero dejad a los que han huido. Si nadie volviera tendríamos otro ejército aún más grande en una semana y ya se han perdido demasiadas vidas.
– Pero dejarlos vivos no garantiza que no vuelvan mi señora.
– Lo sé, es más, sé que volverán. Pero no ahora.
– ¿Entonces?
– Son mon-keigh, descerebrados, incultos, sucios e ignorantes. Aun así, tienen su lugar en el tiempo que está por venir. Por hoy, ya es suficiente matanza. El bosque está satisfecho con sus cadáveres.

Y dicho esto zanjó la discusión.

Las dríades se divirtieron haciendo pedazos los dos cañones imperiales antes de volver a desaparecer en el bosque.

Los espíritus que habían dado forma a la madera podrida la devolvieron al bosque antes de abandonarla para volver a su hogar, dejando montones de pútridos maderos allí donde estaban.

La cacería salvaje, dejó a los humanos y continuó su galope internándose en el bosque de Drakwald, segura de encontrar alguna manada dispersa de hombres bestia con los que saciar su ansia de batalla.

Los elfos del bosque recuperaron a sus heridos y se llevaron a sus muertos, la vida en el bosque debía continuar.

En cuanto a los forestales, ya se habían esfumado casi antes de terminar la batalla, para continuar con su eterna vigilancia.

La hechicera se dirigió hasta donde se encontraba el noble cambiante, quien en silencio observaba el claro originado por el fuego del hechicero humano.

– El daño será reparado – dijo la elfa.
– Llevará su tiempo.
– Llevará, pero todo volverá a su cauce.
– Los mon-keigh también volverán.
– Siempre lo hacen, es su sino.
– Su estrechez de miras es ofensiva.
– Lo es, pero los dioses tienen un destino para ellos y nosotros no podemos hacer nada.
– Aguantar su infantil comportamiento.
– Y velar porque el daño que provoquen sea mínimo.
– Volveré las veces que sea necesario. Cuando necesites ayuda, estaré.
– El bosque cuenta contigo noble cambiante.

XI Los mon-keigh volverán…

Y dicho esto, el noble elfo despareció, mientras Amarié se concentraba y trataba de reparar lo que pudiera del daño provocado por el fuego. Cuando estaba en el trance, captó el sufrimiento de un alma atrapada en un tormento eterno en ese lugar, el espíritu de Malachian estaba condenada a arder mientras el daño hecho al bosque no fuera reparado del todo. La elfa no sintió lástima por él y continuó con su tarea ignorando su sufrimiento.


Al caer la tarde, Walder llegó al lugar donde el día anterior habían acampado. El ambiente no podía ser más desolador. Donde antes se alzaran tiendas en perfecta alineación con turnos de guardia y un foso alrededor, ahora había un puñado de hombres dispersos tirados allí donde las fuerzas les habían fallado.

Menos de la mitad de sus grandes espaderos habían sobrevivido, a los caballeros del círculo de Lurtz tampoco les había ido mejor. Del mago ni rastro. Y solo uno de sus destacamentos de proyectiles había vuelto, junto con la dotación del cañón de salvas que, como era de esperar, había tenido que dejar su máquina a la furia del bosque.

Y eso por no recordar cómo fue la huida. Los elfos, misteriosamente no los habían atacado durante la huida, sin embargo, si alguno de sus hombres se quedaba atrás, era acribillado a flechazos. Los heridos tenían que ser abandonados cuando no podían seguir el ritmo y su destino era predecible. En una ocasión, dos grandes espaderos que cargaban con un compañero se separaron apenas dos metros del grupo y allí quedaron.

Fueron horas de horror y pánico mientras corrían hasta el campamento, el resultado, aquel puñado de valientes, sin resuello y sin armas que estaban tirados a su alrededor.

Walder y Lurtz sopesaban sus opciones. No eran muchas ciertamente, pero no se podían quedar de brazos cruzados. Había que llegar a Carroburgo sin perder más vidas, habían sido muchos ya los valientes que no volverían a su casa.

– Esto ha sido un total y absoluto fracaso – empezó Lurtz.
– Lo sé compañero. Derrota rotunda y contundente, pero debemos seguir. No queda otra. Cuando lleguemos a la ciudad será hora de analizar.
– Hay que dar aviso. Debemos enviar un par de mensajeros por delante, si desde la ciudad nos vienen a buscar el recorrido en peligro será menor.
– Es cierto camarada Lurtz, pero también necesitamos los caballos para llevar a los heridos, ya has visto lo que ocurre si uno se retrasa dos centímetros.
– Entre los caballos de guerra de los caballeros del círculo y los recuperados de los tiros de los cañones tenemos un buen puñado. No da para todos pero si para prescindir de un par de ellos y que partan al galope ahora mismo.
– Podrían ser emboscados.
– Habrá que correr el riesgo.
– Sí pero, ante ese riesgo, con enviar solo uno es suficiente.
– Uno entonces, escogeré al mejor jinete y que parta de inmediato.

Dicho esto, Lurtz se alejó, y casi enseguida partió un mensajero hacia Carroburgo, debería matar al caballo si hacía falta, pero tenían que salir de la ciudad a buscarlos o no llegaría nadie vivo.


8 comentarios en «[Relato / informe de batalla invitado] La batalla del Puente de los templos (II)»

  1. Espectacular! Espero que se anime a hacer más reportajes de este estilo!! Lástima del salvas, la artilleria (y más cuando tiene tan poco rango) debe desplegarse una vez avanzado el despliegur para ver donde hará mas daño/será más útil, si no pasan este tipo de cosas T.T malditos comehierbas!

  2. Muy guapo el relato, la verdad, algunos momentos se me han antojado muy épicamente narrados -como la muerte del mago humano-.
    Por decir algo, la próxima vez alguna imagen para ver el movimiento de tropas y tal también se agradecería, pero, eh, no es algo que quite mérito a la exposición de la batalla, ni a su narrativa.

    Buen ejemplo de informe narrativo de batalla, sólo una pregunta:
    ¿Para cuando la revancha?

  3. Buen informe!!! Una de las cosas que más me ha gustado ha sido que el relato encaja muy bien con las lista de ejércitos representadas en mesa, unos imperiales que pensaban que iban a cazar unos infecetos Skavens y se topan con la furia encarnada del bosque…

    El juego al servicio de la narrativa, ¡más de este estilo porfávor! ????❤️

  4. @Psiconemesis: La verdad es que ese día iba a llevar skavens, pero al final tenía bastantes silvanos pintados para montar lista y me apetecía estrenarlos. Y este cambio lo utilice para la narración.
    Me alegro que os guste

  5. Me alegra mucho saber que le gusta a la gente.
    La verdad es que soy un poco friki con estos informes, pero me gustan más así redactados que de la otra manera. Es cierto que se pierde la visión táctica de los avances y demás, pero mola más en plan historia, al menos para mí. Ya veis que me vine arriba y salieron un montón de páginas….?
    Si tuviera más tiempo, podría jugar más y hacer más informes de este tipo, pero cuando hay familia el tiempo libre se evapora.
    Pero voy a mirar si tengo alguno más por ahí y lo mando.
    Otra opción es ofrecerme a relatar informes que me mandéis….si alguien se atreve….??

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